lunes, 31 de diciembre de 2007

¿Por qué Misa de precepto el 1° de enero?


Cuando era pequeño, mi madre me decía que la Misa del 1° de enero era obligatoria porque debíamos dar gracias a Dios por el año que terminaba y para encomendar el nuevo, idea que tienen muchos de los fieles.

Por supuesto que debemos hacer esto de dar gracias y pedir por el siguiente año, pero la Misa no es de precepto por ese motivo, sino porque la Iglesia celebra la fiesta de Santa María, Madre de Dios.

Esta solemnidad es muy antigua, ya que data del siglo VI en Roma, poco después del Concilio de Éfeso (431), en el que se proclamó a María como verdadera Madre de Dios. No obstante, los cristianos ya celebraban y reconocían a María como Madre de Dios.

Sin embargo no siempre se celebró el 1 de enero. Antes del Concilio Vaticano II la fiesta era el 11 de octubre, justamente por el aniversario del Concilio de Éfeso.

El título de “Madre de Dios” es el primero y más importante para la Virgen María, y de él derivan todos los demás que se le han y pueden dar, ya que de ella nació Jesucristo, quien es Dios.

Aquí salta la pregunta, ¿No que Dios no tiene principio ni final? Así es, Dios no tiene principio, pero la maternidad no tiene nada que ver con el tiempo. Él, eterno e infinito, se encarna en María completo, como Dios y para hacerse hombre, y de ella nace Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, dos naturalezas en una sola persona.

María no puede ser solamente Madre de la naturaleza humana de Cristo, como dicen numerosos grupos protestantes, pues como mencioné en el párrafo anterior, Jesucristo es una sola persona, una unidad, y sus naturalezas son inseparables una de la otra; si es madre de la humana, es también madre de la divina.

María, como madre de Dios, es por tanto madre de la Iglesia, lo que significa que su maternidad se extiende a todos los bautizados. Así como en la cruz Cristo la hizo madre de Juan, quien representaba a todos los creyentes en Él, la hace madre nuestra en el momento de nuestro bautismo.

Es María la criatura más santa que ha existido sobre la tierra, ya que el privilegio de ser la Madre de Dios es único e irrepetible, la nueva Eva de cuyo vientre nació la salvación para todos los hombres

Por lo tanto, esta fecha del 1° de enero debemos celebrarla con gran júbilo, poniendo todos nuestros proyectos y anhelos para el siguiente año en manos de María, quien continuamente intercede por nosotros ante Dios.

Aprovecho para desear un muy feliz año nuevo a todos los lectores de este blog. ¡Enhorabuena!

sábado, 15 de diciembre de 2007

Reflexión sobre la Navidad



La Navidad es una de las dos mayores solemnidades de la Iglesia Católica, pues celebramos la venida al Mundo de Jesucristo, encarnado en la Virgen María mediante la acción del Espíritu Santo. La otra solemnidad mayor es el domingo de Resurrección, pues Jesucristo consuma su victoria sobre la muerte y nos abre las puertas del cielo, cumpliendo la misión que Dios Padre le había encomendado. Ambas solemnidades van de la mano y son, de algún modo, inseparables y complementarias. En este escrito, me centraré en la Navidad.

¿Por qué celebramos la Navidad? Lo primero que debemos tomar en cuenta antes de responder a esta pregunta es conocer el por qué de la venida de Jesús, Dios Hijo. Una vez consumado el pecado de los primeros hombres, conocido como pecado original, la naturaleza humana quedó dañada y se perdieron los dones preternaturales, que eran: inmortalidad, impasividad, ciencia e integridad.

Es decir, Dios había creado al hombre inmortal, con la gracia de no sentir dolor, con la capacidad de conocerlo todo y con gran manejo de sus facultades. Todo esto, repito, se perdió para todo la humanidad. Otra consecuencia grave fue que el hombre, desde ese momento, tiende al mal, es decir, naturalmente se inclina a hacer el mal; es inclinación, más no predisposición. Pero quizá la consecuencia más grave fue que la puerta del Reino del Dios (El Cielo) quedó cerrada para los hombres, de tal forma que después de la muerte no había salvación.

Entonces, para reconciliarse con los hombres, Dios necesitaba de una prueba de amor que le demostrara que los hombres podemos cambiar, y esa prueba de amor no podía ser otra que una auto inmolación por los hombres, es decir, dar la vida por los demás. Y quien iba a dar su vida sería Dios mismo, en la segunda persona de la Santísima Trinidad, Jesucristo. Entonces, el sacrificio de Cristo en la cruz fue dignísimo a los ojos del Padre, porque siendo Dios, se hizo pequeño y por amor dio su vida. Por ese acto de amor, que demostró que los hombres valemos, Dios se reconcilió con la humanidad y nos brinda la posibilidad de salvarnos y compartir con Él en la vida eterna.

Por lo tanto, en la Navidad celebramos que Dios se hizo hombre para venir a salvarnos y abrirnos las puertas del Cielo. La celebración consiste en que estamos felices porque tenemos la oportunidad de alcanzar la vida eterna, vida eterna que habremos de ganarla en nuestro paso por la vida terrenal siendo santos, pareciéndonos a Jesucristo y luchando contra la inclinación al mal que todos los hombres tenemos. Si no estamos dispuestos a ser santos y a luchar por ganar el Cielo, no hay nada que celebrar. Si no estamos comprometidos con Dios, si estamos lejos de la Iglesia que Él fundó y conserva, si no nos esforzamos por cambiar de vida, esta celebración es vana e indigna a los ojos de Dios.

Para prepararnos a esta solemnidad y llegar con el alma limpia, la Iglesia ha instituido el tiempo litúrgico de Adviento. La palabra adviento significa venida, y es un periodo que inicia cuatro domingos antes de la Navidad, en el que la palabra clave es penitencia. Para hacer penitencia, debemos primero realizar un duro examen de conciencia de acuerdo con los mandamientos de Dios (10 mandamientos, pecados capitales, mandamientos de la Santa Madre Iglesia). Posteriormente arrepentirnos e irnos a purificar en el confesionario, única manera que Dios instituyó para perdonar pecados.

Posteriormente debemos hacer oración y recibir a Jesús sacramentalmente en la comunión; así, y sólo así, celebraremos dignamente la Navidad. Por ejemplo, cuando vamos a una fiesta, nos bañamos, nos arreglamos y nos ponemos nuestra mejor ropa, ¿no es cierto? Pues ésta solemnidad de la Navidad es más importante que cualquier fiesta, por lo que debemos arreglar nuestra alma; en esto consiste el Adviento

Dios no quiere una gran cena, Dios no quiere regalos ni borracheras; Él vino al Mundo en un establo, en medio de los animales, seguramente entre excremento y paja. Lo que Dios quiere es que seamos santos, y que ésta celebración sea el punto de partida para ello; que lo recordemos, pero no sólo como un acontecimiento importante, sino como el Emmanuel: el Dios con nosotros que nos espera en aquel establo de Belén.

Dios no quiere nuestras migajas, es decir, quiere que cambiemos de verdad, no solamente algunas cosas, o que no nos conformemos, como se dice tradicionalmente, con el “No mato y no robo”. No, Dios quiere una entrega total, que todos los momentos y circunstancias de nuestra vida sean una oportunidad para demostrarle que le amamos.

El regalo en la Navidad debe de ser para Dios, pues Él mismo se nos regaló para nuestra salvación, y ese regalo debe consistir en amarlo y obedecerlo siempre, estando dispuestos a amar al prójimo más que a nosotros mismos. Que esta Navidad podamos decirle a Dios: “Señor, yo soy tu regalo y estoy dispuesto a servirte a ti y a los demás, para, algún día, conocerte plenamente y gozarte en el Cielo”

Así sea.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Capsulitas Navideñas


En los primeros años de la Iglesia, la Navidad no figuraba entre las fiestas principales pues no se sabía la fecha exacta del nacimiento de Jesús. Para contrarrestar las celebraciones paganas, San Juan Crisóstomo, en el siglo IV, comenzó a celebrarla el 25 de diciembre, en Antioquía; años más tarde, la tradición pasó a ser parte de la Iglesia Universal.


En realidad, el personaje que ahora conocemos como Santa Claus es un santo del sigloVI llamado San Nicolás, obispo de Mira. San Nicolás se caracterizaba por repartir a los pobres todo lo que tenía, especialmente a los niños. A menudo solía decir: “sería un pecado no repartir mucho, siendo que Dios nos ha dado tanto". Como su nombre en alemán es Nikolaus, le comenzaron a llamar Santa Claus.


Fray Andrés de Olmos fue quien compuso la primera pastorela representada en México, que tenía por título “La Adoración de los Reyes Magos”. La pastorela fue escrita en náhuatl y, su objetivo principal, era el de educar a los indígenas en las tradiciones navideñas.


Las posadas son una tradición surgida en México en los primeros años de la época colonial. Fueron los Agustinos quienes celebraron las primeras posadas cuando, en 1587 fray Diego de Soria recibió una bula del papa del Papa Sixto V para la celebración en la Nueva España de unas misas llamadas de Aguinaldo, como preparación a la Navidad, las cuales se celebraban del 16 al 24 de diciembre. Al final de la misa, se realizaba una verbena, en la que se intercalaban pasajes y escenas de la Navidad.


En las posadas, las tradicionales piñatas tienen un sentido muy profundo. La piñata representa a Satanás, quien seduce a los hombres con sus colores brillantes; El palo, la bondad; la venda en los ojos, la fe y, la fruta que cae al romperse, el premio de la vida eterna que Dios da a los buenos.


En los inicios de Renacimiento aparecen los primeros villancicos, cantos que narran la historia del nacimiento del Salvador. Su aparición se debió gracias a la composición de cantos seculares para adaptarlos a las fiestas religiosas fuera de las celebraciones propiamente litúrgicas.


San Francisco de Asís fue el fundador de lo que hoy conocemos como nacimiento, cuando en el año de 1223, en la ermita de Greccio tuvo la inspiración de reproducir el nacimiento de Jesús. Construyó una casita de paja para representar el portal, trajo un buey y un asno e invitó a un pequeño grupo de personas a reproducir la escena de la adoración de los pastores. De forma milagrosa, se dice, aparecieron ángeles.


El árbol de Navidad tiene su origen en los pueblos cristianos germanos. El árbol representaba al del Edén, pero ya no como el del fruto prohibido que trajo el pecado, sino como el árbol que trae la salvación al Mundo, el fruto que es Jesucristo. De ahí que los frutos se representan con esferas y demás adornos.


Uno de los villancicos más populares en todo el mundo, “Noche de Paz”, fue interpretado por primera vez en 1818, durante la Misa de Nochebuena en la parroquia de San Nicolás de Oberndorf, en Austria. El autor de la letra fue el Padre Joseph Mohr, mientras que la música fue obra del Profesor Franz Xaver Gruber.

domingo, 2 de diciembre de 2007

Tiempo de Adviento


El Adviento es un tiempo litúrgico de la Iglesia para prepararnos a la celebración de la Navidad. Su duración es de cuatro semanas y los ornamentos utilizados en las Misas, son de color morado, color que significa penitencia y preparación.

Con el adviento se abre el año litúrgico, mismo que culmina con la celebración de “Cristo Rey”, una semana antes al primer domingo de Adviento. Pero, ¿Para que un tiempo de adviento?

Bueno, la venida de Jesucristo ha sido el acontecimiento más grande en la historia de la humanidad, ya que de Dios visita a los hombres, volviéndose uno como nosotros para traer la salvación; celebramos pues la llegada del Mesías, peor esa llegada no queda en el pasado, sino que Dios llega constantemente a cada uno de los corazones que quieren recibirlo.

Para celebrar un acontecimiento tan importante, es necesario prepararnos; es como cuando vamos a ir a una fiesta y antes nos bañamos y nos ponemos nuestras mejores ropas. Celebrar dignamente la Navidad exige de nosotros una apertura total para recibir a Jesús, pero además, recibirlo con un alma limpia y radiante, es decir, en estado de Gracia.

Es por ello que el Adviento es un tiempo que debemos aprovechar para cambiar de vida y lugar con más intensidad contra todo aquello que nos aleja de Él; es importante que en este tiempo nos replanteemos nuestra vida y hagamos un minucioso examen para ver si nuestra vida va acorde con lo que creemos.

Además, es tiempo ideal para acercarnos con mayor frecuencia al sacramento de la confesión y, por que no, para hacer pequeñas mortificaciones, las cuales nos permitirán ser más fuertes y parecernos un poquito a Jesús. Un alma mortificada es un alma que va eliminando las huellas que deja el pecado.

Aunado a todo lo anterior, el tiempo de Adviento nos recuerda que, así como Jesús vino al mundo y viene continuamente a nuestros corazones, habrá de venir al mundo una segunda vez con todo su poder y majestad; el día del fin del mundo, estableciendo entonces la eternidad en compañía de aquellos que lo amaron y amaron a los demás: las personas que se santificaron en esta vida

Las lecturas de las Misas celebradas en este tiempo, nos recuerdan precisamente esto que habrá de suceder, no para temer, sino para esperar confiadamente en la misericordia del Señor e invitaros a que nuestra vida sea una preparación constante para nuestro encuentro con Él el día de nuestra muerte y, que así podamos, en Su segunda venida, vivir eternamente en cuerpo y alma.

La Iglesia celebra el tiempo de adviento con una corona, que tiene cuatro velas; se enciende una cada domingo. Las velas pueden ser de colores diferentes: morado, rojo, rosa y blanco, prendiéndose del color más oscuro al más claro. Pueden ser todas rosas y una blanca, o todas rojas o moradas.

Finalmente, el Adviento ideal para acercarnos a María, la madre de Jesús y madre nuestra, viviendo con ella esta inmensa alegría. Podemos rezar el Santo Rosario todos los días, pero lo más importante es, sin duda, aprender de la buena disposición que tuvo ella para recibir al hijo de Dios, Dios mismo hecho hombre en su segunda persona, Jesucristo.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Para ser santos, santificar a los demás.


La vida de Santa Rita de Cascia, fielmente recreada en la reciente película “Cascia”, es ejemplo y vida para todos los que creemos en Cristo, pero sobretodo, nos deja un par de enseñazas muy grandes que es importante meditar.

El aspecto más importante es el hecho de que una persona no puede ser santa si en su vida no santifica a los demás; el otro, es que nunca debemos desanimarnos ante lo que parece imposible a nuestros ojos, porque si luchamos, todo es posible para Dios.

Deteniéndonos en la primera enseñanza, se puede decir que nada más cierto, pues una persona adquiere la santidad conforme se parece más a Cristo, y parecerse a Cristo quiere decir dar la vida por los demás.

Dar la vida por los demás no sólo quiere decir entregarnos físicamente a la muerte para salvar a otros, sino dedicar nuestra vida en pos de su bienestar, siempre buscando hacer discípulos para el Señor, cumpliendo así con nuestra misión apostólica encomendada desde el día de nuestro bautismo.

Para dar la vida es necesario amar al prójimo, y amar de verdad consiste en darlo todo, sin esperar recibir nada, y amando aún más cuando los demás menos lo merecerían, porque cuando decimos que amamos pero ponemos condiciones, no estamos realmente amando, sino queriendo para que nos quieran.

Santa Rita amó de verdad, amó a todos los que le rodearon y, justamente en ese amor, se santificó e hizo santos a los demás: A su esposo lo cambio de vida, a sus hijos, los salvo al final de sus vidas, al igual que a su cuñado, y todo gracias a no rendirse, en una palabra, amando, pero no un amor cualquiera, sino un amor heroico.

Con excepción de los ermitaños, la santidad no se logra de forma aislada, sino que se gana en nuestro mundo cotidiano, en ese mundo en el que estamos en contacto con los demás en cada instante. El que sólo piensa en si mismo, no se salva; en cambio, quien logra ser santo es porque fue santo en las relaciones con el otro.

El segundo aspecto, no rendirse jamás, es una enseñanza esencial de la doctrina cristiana contenida en el Evangelio. Jesucristo mismo nos pide que tengamos confianza en Él, pese a que parezca que no nos escucha.

Santa Rita es un ejemplo claro de poder ver a Dios en los momentos más duros de la vida, esos momentos que, haciéndonos sufrir, nos purifican de las huellas del pecado y nos unen a la pasión del Señor en la Cruz.

En el no rendirse, y apegarse al Señor, está la clave para que lo imposible se pueda lograr, aún aquellas cosas que ni remotamente hubiéramos pensado; la clave: la oración, junto con la fortaleza de espíritu.

Sin duda alguna esta película remueve los sentimientos más profundos de los creyentes, dándonos un nuevo ejemplo de vida cristiana que nos anima a vivir cada día como verdaderos discípulos del Señor.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Dia de Muertos


El día de muertos, como lo conocemos hoy en día en México, nace con la llegada de la religión católica , ya que los frailes fusionaron las antiguas tradiciones prehispánicas dotándolas de un sentido cristiano.

En el mundo indígena existía un culto muy fuerte a la muerte, y se creía que los difuntos tenían que pasar un largo camino para llegar al descanso, al lado de las deidades y en un estado de tranquilidad.

Para llegar a ese estado, el muerto debía vencer largas batallas, y por ello necesitaría alimentarse; así nacieron las ofrendas, como la comida que daría la energía a las almas para lograr el triunfo y el descanso.

Con la entrada del cristianismo, se redimensionan estas creencias, transformándolas en la idea de trascendencia para el alma del difunto, la cual necesita de la oración para llegar más rápido con Dios si es que está en el purgatorio.

La idea nueva, que no existía en la cultura prehispánica, era la de la correspondencia entre obras y recompensa eterna, es decir “si te portas bien, te salvaras y gozaras eternamente con Dios”

La Iglesia celebraba desde tiempos remotos la fiesta de los fieles difuntos el 2 de noviembre. Los fieles difuntos son aquellas personas que mueren en comunión con la Iglesia, y por tanto, tienen la posibilidad de salvarse.

En México, la Iglesia determina que esta antigua tradición prehispánica del culto a los muertos (transformada), se celebrase justamente el día de loas fieles difuntos, y además, que se conmemore también el día primero, día de todos los santos.

La fiesta del día de muertos es entonces una celebración cristiana, cuyo sentido principal es la oración para que los fieles difuntos lleguen a lado de Dios y vivan con Èl eternamente, y la asistencia a la Santa Misa es la mejor forma de celebrarlo.

domingo, 14 de octubre de 2007

Ministros Extraordinarios de la Eucaristía


Este es uno de los temas que me parecen más interesante dentro de la Iglesia, y uno de los que ha causado mayor controversia entre los fieles cristianos. Aquí voy a dar mi opinión personal, que puede estar equivocada. Antes de entrar de lleno, creo no estarme metiendo en un tema dogmático, sino meramente administrativo. Si es algo de dogma y que puede llegar a constituir herejía, de antemano afirmo que no es la intención y retiro lo que diré.

Los ministros extraordinarios de la Eucaristía son fieles cristianos laicos que ayudan a la distribución de la Sagrada Comunión, ya sea durante la Santa Misa o fuera de ella. Han sido constituidos por el Santo Padre, y su función queda establecida en el Código del Derecho Canónigo, dentro del canon 230:

“Donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia y no haya ministros, pueden los laicos, aunque no sean lectores ni acólitos, suplirles en algunas de sus funciones, es decir, ejercitar el ministerio de la palabra, presidir las oraciones litúrgicas, administrar el bautismo y dar la sagrada Comunión según la prescripción del derecho”

Las condiciones que quedan establecidas para que los ministros extraordinarios distribuyan la Comunión, son justamente extraordinarias: Qué no haya sacerdote o algún clérigo que lleve a cabo esta función; que haya tanta demanda de la Santa Comunión que verdaderamente sea imposible que el sacerdote no pueda cubrirla sólo; o bien que el sacerdote no pueda distribuirla por alguna enfermedad o edad avanzada.

Ahora bien, queda claro que la función de distribución del Cuerpo y la Sangre de Cristo corresponde a los sacerdotes, es una actividad que está dentro de su ministerio, y los ministros la cubren cuando éste está imposibilitado.

Yo estoy de acuerdo con la existencia de estos ministros, pero sólo para casos estrictamente extraordinarios. No es correcto que se abuse de su ejercicio, aún y cuando haya demasiados fieles que quieran recibir la Comunión. Expondré mis razones con amplitud a continuación.

No acepto el abuso de su función porque el Sacerdote es la persona más capacitada para su distribución. Cristo es el mismo, ya sea que lo recibas del Sacerdote o de un ministro, esta no es una razón. La razón principal deriva del principio de que para comulgar debemos estar en Estado de Gracia, de lo contrario nos comemos nuestra propia condenación y cometemos sacrilegio, según palabras de San Pablo. Ahora bien, si para recibirlo hay que estar en Gracia, más aún para distribuirlo, es una responsabilidad muy grande.

Entonces el ministro extraordinario, sin querer juzgar a nadie, podría no estar en Gracia (como cualquiera de nosotros), y por tanto, ofender gravemente a Dios distribuyendo su cuerpo indignamente. Claro, el sacerdote podría no estar en Gracia, pero a fin de cuentas está haciendo su función; ofendería más a Dios si además de no estar en Gracia, no distribuye la Eucaristía. ¿Si me expliqué?

No es por mí que no quiero recibir a Cristo de manos de un ministro, no, pues el Señor es el mismo, repito. Es más bien para impedir ocasión de que se ofenda a Dios y a fin de cuentas, proteger, por así decirlo, al ministro extraordinario.

En el caso de que muchos fieles se acerquen a comulgar y el Sacerdote no se da abasto, hay una solución muy sencilla. En muchas Parroquias, no en todas, hay dos sacerdotes, según datos de la página web de la Arquidiócesis de México. Entonces considero que en el momento de la Comunión podría salir el sacerdote que no está oficiando para ayudar a la distribución. En las Misas del Opus Dei yo he llegado a ver esto; cuando el Sacerdote no puede distribuirla a todos, sale otro Padre, con sotana y sobrepelliz, y le ayuda.

Considero también que se puede echar mano de las personas en Vida Consagrada, como Monjas y Monjes, para ayudar a la distribución Eucarística, ya sea en las Misas o para llevarla a los enfermos, hospitales o cárceles. Las Órdenes Religiosas pueden ser un grandísimo apoyo, y de hecho deben serlo, para la Jerarquía de la Iglesia.

Ahora bien, en el caso de Parroquias donde haya un solo Sacerdote, estén enfermos o tengan un motivo extraordinario, es necesario preparar adecuadamente a los ministros de la Comunión, pero no con platiquitas, sino con auténticas clases, que realmente conozcan a fondo la religión Católica para que verdaderamente se den cuenta de lo que representa su ministerio y puedan ser ejemplo de vida para el resto de los fieles laicos.

En el caso de que un solo sacerdote, o dos, estén dando la Comunión a mucha gente, es preferible que se tarden unos cuantos minutos más, a que se presente una ocasión de ofender a Dios en Su casa.

Jorge Raúl Nacif.

sábado, 22 de septiembre de 2007

El aborto


Este es uno de los temas más controvertidos a últimas fechas, dada la despenalización por parte de la Asamblea Legislativa del D.F. para las mujeres que aborten dentro de las primeras 12 semanas de gestación. Se dice mucho que si la Iglesia esto, que si la Iglesia otro, que si los conservadores ultraderechistas, que si los de izquierda liberales, en fin, todo da muchas vueltas, pero este NO es un tema de Religión, ni de Ideologías, es un tema de PRINCIPIOS, y hasta me atrevería a decir, de SENTIDO COMÚN. Obviamente la Iglesia Católica se apega a la ley Natural y a estos principios básicos humanos.

El aborto, diga lo que se diga, es un asesinato. La gente de ciencia afirma que antes de las 12 semanas aún no hay ser humano, pues todavía no se termina de formar el cuerpo, y está bien, esto puede ser correcto. Aquí lo importante es definir, ¿Qué es ser, ser humano? Si te faltan miembros del cuerpo, ¿no eres ser humano?, o sea que si yo pierdo un brazo, ¿ya no soy persona? No señores, la vida es mucho más que el cuerpo.

Desde el momento de la concepción, hay VIDA, pues si no hubiera vida no habría desarrollo, por tanto, luego de la concepción, el Cigoto no es vida en potencia, sino vida en acto (como diría Aristóteles). Se dice que esa vida es sólo vida celular, pero ¿puede haber vida celular sin vida humana?, porque si desprendes una célula de la vida humana, ésta célula muere, como cuando te raspas las rodillas, pues por sí sola no viven.

Al darse la concepción, se origina un nuevo ser, determinado por su código genético único y exclusivo; ya es un tercero desde esa instante, por tanto, la mujer no tiene el derecho de abortarlo, esa nueva vida “ya no es ella”. La mujer puede decidir sobre su cuerpo, de acuerdo; el feto ya no es su cuerpo, repito, es un tercero. Por lo tanto, matar a este nuevo ser (es ser porque existe en la existencia, valga la redundancia) es un asesinato, con todas sus letras, y nadie tiene derecho a matar a nadie, pues la vida no la da nadie humano, sólo Dios, nosotros sólo la transmitimos, pero no la creamos, no la otorgamos y no somos dueños de este don, o ¿acaso usted puede crear vida?

Es muy cruel ver una imagen de un aborto, pues ese nuevo ser humano intenta defenderse, pero es succionado o cortado en pedacitos. Por favor, ¿es esto correcto legal y moralmente? El Estado debe ver por la vida, no por la muerte, y si el aborto, que es el más cruel e injusto de los asesinatos, se permite, nuestra sociedad, nuestra cultura, nuestras ideas y nuestro sentido humano se están cayendo a pedazos; cada vez nos parecemos más a los animales; es más, ni eso, porque ninguna perra (y perdón por la expresión) mata a sus hijos antes de nacer.

Ahora bien, la Iglesia Católica cree, racionalmente y con la fe, que desde la concepción, que es cuando surge el nuevo ser, con un código genético independiente, Dios infunde el alma, pues el alma, siendo el principio del movimiento de un cuerpo que tiene la vida en potencia, es necesaria para que exista vida, y por tanto, desarrollo. Si el Cigoto (y luego la mórula) se desarrolla y va tomando forma, es porque hay alma, y si hay alma, hay vida humana, así de sencillo, ya que la vida no sale de la nada, no sale vida de los simples elementos (principio Aristotélico básico), como lo afirmaba la Teoría de la Generación Espontánea.

Las circunstancias en las que se encuentre la mujer pueden disminuir o aumentar la gravedad del acto, pero no evitan que el acto, valioso en si mismo, deje de ser malo. Aunque haya sido por violación, la mujer no puede matar a su hijo en el vientre, él,¿ que culpa tiene?. Lo correcto es, aunque suele feo, darlo a luz y regalarlo, es más, es preferible dejarlo en el bote de basura que asesinarlo; así de contundente. Si nos vamos a la realidad, el 90% de las mujeres que abortan no han sido violadas; simplemente tuvieron relaciones sexuales, es decir, van abortar porque no quieren ser responsables de sus actos, y yo le pregunto, ¿es correcto ser irresponsable?, ¿es una virtud que hay que cuidar? No me hagan reír. En lugar de estar pensando en leyes estúpidas y retrógradas, se debería de pensar en un mejor sistema de salud para mujeres embarazadas y en una educación CORRECTA del uso de la sexualidad, lícita solamente en el matrimonio, de acuerdo a la Ley Natural y al plan de Dios.

Si usted se pone a pensar, miré que estúpido es: Tengo relaciones sexuales (quiero placer), me embarazo (consecuencia natural) y aborto para que no interfiera con mi plan de vida (egoísmo y asesinato). Si quiere un plan de vida, hay que pensar antes de actuar, y si se actúa, asumir las consecuencias de nuestros actos como personas “supuestamente” individual, racional y libres.

sábado, 25 de agosto de 2007

¿Conoces la vestimenta de los sacerdotes?


ALBA
Es una vestidura en forma de túnica, de color blanco y de corte simple.

ANILLO PASTORAL
Es el anillo que utiliza el obispo como signo de la labor que se le ha encomendado.

BACULO
Palo o cayado que termina en una bola o en una cruz y lo usan los obispos, pastores espirituales del pueblo.

BONETE
Sombrero de cuatro picos con una borla al centro utilizado anteriormente por los sacerdotes.

CASULLA
Vestidura Sagrada que se pone el Sacerdote sobre la sotana, el alba y la estola y que sirve para celebrar la Misa. Está abierta por lo alto, para que entre la cabeza, y por los lados; cae por delante y por detrás desde los hombros hasta media pierna.

CINGULO
Cordón o cinta de seda o de lino, con una borla a cada extremo, que le sirve al Sacerdote para ceñirse el alba.

DALMATICA
Es una túnica abierta por los lados y con mangas anchas, cortas y abiertas que usan los diáconos.

ESTOLA
Es la insignia sacerdotal, hecha a manera de una banda, de aproximadamente dos metros del largo que puede o no tener adornos y que se usa sobre el cuello y que cae hacia adelante.

MITRA
Es un bonete alto de forma cónica, del que cuelgan dos tiras en la parte de atrás y que es usado por los obispos.

PALIO ARZOBISPAL
Banda de lana blanca en forma de collarín, adornada con seis cruces de seda negra. Es la insignia de los arzobispos residenciales.

PLUVIAL
Es una capa que se usa para las celebraciones de la Palabra y para la adoración del Santísimo. Originalmente era igual a la casulla, pero con capuchón, actualmente va abierta por delante y la capucha se convirtió en una especie de escudo sobrecocido en la espalda.

ROQUETE
Especie de sobrepelliz cerrado y de mangas cortas.

La Sagrada Eucaristía


La Santa Eucaristía es sin duda alguna el tema central de la fe católica, cual debería ser de todos los que creemos en Cristo. A grandes rasgos, la Eucaristía es la presencia real de Jesucristo, Dios y Señor nuestro, en las especies de Pan y Vino. Se dice fácil, pero este misterio es totalmente inalcanzable para nuestra mente, nos rebasa su magnitud de amor, pero se puede comprender con los ojos de la fe.

Se lee en el Evangelio que Jesús había advertido que quien no comiera su carne ni bebiera su sangre no podría salvarse. Esto escandalizó a los judíos, pero también inquietó a los mismos discípulos del Señor. ¿Qué era eso de comerlo?, ¿Cómo se podrá comer a Jesús?, nadie pudo comprenderlo bien; eso no tenía un significado simbólico como lo tenían las parábolas, no, esa afirmación de Jesús fue directa, clara y contundente, pero no todo quedó ahí, sino que el Señor se autodenominó “comida verdadera”.

Tiempo después, los discípulos alcanzaron a comprender las palabras de su Maestro, durante la última cena. Ahí, Jesucristo tomó un pedazo de pan, lo bendijo, lo partió y se los dio diciendo: “Tomen y coman, todos de él, ya que esto es mi cuerpo, que será entregado por ustedes”. Lo mismo hizo con una copa de vino, diciendo: “Esta es mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres, para el perdón de los pecados”, pero además, la instrucción para sus discípulos fue: “hagan esto en conmemoración mía”, de tal suerte que cuando los discípulos (o sus sucesores, mediante la sucesión apostólica, los Obispos y los Presbíteros) pronunciaran las palabras de Cristo con pan y vino, éstas especies se convirtieran en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Esto para que todos los hombres, de todos los tiempos, de todas las razas y culturas, pudieran comerlo, unirse a Él en prenda de vida eterna, mediante la acción sagrada de la Santa Iglesia

Comiendo pan y vino consagrado, comes el Cuerpo y la Sangre de Cristo. La expresión Cuerpo y Sangre quiere decir que es Jesús completo, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad. En el pan consagrado está todo Cristo, y en el vino consagrado está también todo Cristo, pues su persona no está sujeta a la división.

Ahora bien, ¿Hasta cuando Jesús está en las especies eucarísticas? , Bueno, pues está hasta que las especies desaparezcan. Por ejemplo, aunque una hostia tenga 100 años de haber sido congrada, ahí está Jesús completo, y lo estará hasta que esa hostia exista físicamente. Y eso es de fácil deducción, pues si pan y vino se convierten en Cristo, no pueden des-convertirse, en Dios no hay reversa, no está jugando con nosotros.

Además de todo lo anterior, la Eucaristía constituye la compañía de Cristo para su Iglesia. En todos los Sagrarios del Mundo reposa el Señor, ahí está, realmente presente; Dios hecho pan nos acompaña y nos seguirá acompañando hasta el final de los tiempos. Él dijo: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”, y esa promesa de Jesús se cumple y se renueva diariamente con su presencia eucarística.

Decía San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei: “Ahí lo tienes: es Rey de Reyes y Señor de Señores; está escondido en el Pan. Se humilló hasta esos extremos por amor a ti”

Lo anterior es cierto, tanto nos ama Dios que no sólo se entregó a si mismo para nuestra salvación, sino que se quedó en la sencilla forma de pan, intentando pasar oculto para los que no tiene fe, pero guardando un tesoro increíble para quienes estén dispuestos a amarle.

Es la Eucaristía, por tanto, el sacramento de los sacramentos, pues si bien es cierto que en los sacramentos se recibe la gracia de Dios, en la Eucaristía se recibe al mismo autor de la Gracia, es Dios mismo quien entra para habitar y hacer su morada en nuestra pobre alma. Por lo tanto, si Dios hace su morada en nuestra alma, ésta debe estar limpia de pecado grave, pues Dios no habita en el pecado, son esencialmente incompatibles. Por ello hay que aprovechar la mano que Dios tiende al pecador y limpiarnos en el sacramento de la Confesión, para obtener así el estado de gracia, caracterizado por la ausencia de pecado mortal

Recibir a Jesucristo Eucaristía en pecado grave, hace que, como decía San Pablo, nos comamos nuestra propia condenación, es decir, cometemos un pecado gravísimo llamado Sacrilegio, que no es otra cosa que producto de burlarnos del sacramento. Ya Cristo se lo dijo a Pedro cuando éste se negaba a que el Señor le levara los pies antes de la Cena: “Si no te lavo, no podrás compartir conmigo”, y esa frase, Jesús nos la dice a todos nosotros cuando, antes de comulgar, nos damos cuenta que no estamos en estado de gracia.

Así pues, debemos y tenemos la obligación de aprovechar este grandioso e inimaginable Sacramento. La Eucaristía sirve de mucho en nosotros; sobretodo, nos da la fuerza necesaria para soportar el espinoso camino que conduce a la salvación, pero además nos otorga un sin fin de gracias espirituales para, si las aprovechamos, asemejarnos un poquito más a Cristo y ser luz en medio del Mundo. No hay que dejar que Jesús pase en medio de nosotros sin llevarlo a nuestra alma, no lo podemos comprender del todo, pero este misterio eucarístico vale más que la humanidad entera.

sábado, 18 de agosto de 2007

Lo más importante no es creer en Dios, sino creerle a Dios


Todas las culturas, de todos los tiempos y de todas las regiones, han tenido siempre presente la existencia de un Dios. El hecho de que hay un Dios es una verdad tan real que se puede encontrar una población sin monumentos, o sin comida típica, o tal vez sin estructuras sociales y económicas, pero jamás se encontrará una civilización sin templos. Es tan clara la presencia de Dios, que hasta las culturas más atrasadas y remotas han sabido de su existencia, aunque lo han representado de diversas formas. Dios existe y me atrevería a decir que, incluso, es una obviedad, siempre y cuando partamos de principios físicos y filosóficos, como el de la causalidad eficiente y el del orden del universo. Y, por si fuera poco, Dios se manifestó en la Tierra cuando tomó forma humana en la persona de Jesucristo, redentor de la humanidad.

Entonces, lo importante no es creer en Dios, pues, ¿quién no cree? Realmente los ateos puros son muy pocos, mínimos con respecto al grueso de la humanidad. El Dios verdadero se auto reveló, como ya lo dije, tomando forma humana y, mediante señales poderosas, dejó ver que efectivamente se trataba de Dios.

Partiendo de lo anterior, si Dios vino al Mundo para darse a conocer, ¿por qué no le creemos? Jesucristo vino para anunciar la salvación a los hombres, salvación que se concreta con la vida eterna a su lado. Pero esta salvación debe de ganarse en la Tierra, y para eso, Él mismo instituyó a la Iglesia. La Iglesia, entonces, no parte de la nada, sino que Cristo (cuya venida al mundo es innegable en la historia) la funda para ser guía de santidad, y para que quien la integre y obedezca sus mandatos, pueda alcanzar la salvación. Jesucristo dijo esto muy claramente. Por lo tanto, negar a la Iglesia es negar a Cristo, y negar a Cristo es negar a Dios y a toda su creación, lo que implicaría negar el universo y a nosotros mismos

Jesucristo dejó para su Iglesia una serie de mandatos que se conservan intactos, mandatos vitales para llevar a cabo nuestra salvación. Sin embargo, mucha gente se hace un Jesucristo “a la manera que le conviene” y cae en el relativismo de decir: “Para mi, esto no es pecado”. Habrá que aclarar que, en el caso de la Ley de Dios, el subjetivismo no cabe, pues Dios es aquel que todo lo sabe bien. Por ello, las normas que nos dejó Jesucristo, y que transmite la Iglesia, son de verdad esencial, y si no las seguimos, le estamos dando la espalda a Dios. Además, esas normas van de acuerdo siempre con la razón humana y con la esencia del hombre en cuanto a hombre; Dios no nos pide imposibles, sino cosas que nos santifican y nos hacen parecernos un poquito a Él.

Muchas de las normas, no las dijo Cristo exactamente, sino que son derivaciones de su palabra, pues la Iglesia se ajusta a la época, pero siempre partiendo de la base de Jesucristo. Así, por ejemplo, hace 2000 no era común el uso de anticonceptivos, pero ahora la Iglesia lo prohíbe basándose en el principio fundamental, dictado por Dios, de respetar y permitir la vida humana. Cabe señalar que, en cuestiones de fe y moral, el Papa es infalible, pues Dios le otorgó el derecho de atar y desatar, es decir, de permitir y prohibir, y lo que él ate o desate aquí, el Cielo lo tendrá por hecho, y el Cielo (Dios) no puede equivocarse. Jesucristo, cuando eligió a Pedro como cabeza de la Iglesia, le dijo lo siguiente:

“Y ahora yo te digo que tu eres Pedro, es decir piedra, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no la podrán vencer. Yo te daré las llaves del Reino del Cielo; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo”

Entonces, Dios mismo fundó la Iglesia, no fue fundada por hombres. Sin embargo está integrada personas, imperfectas y pecadoras, pero cuenta siempre con la protección de Jesucristo, lo cual hace que la doctrina se siempre la correcta. En cuestión de dogmas de fe y mandatos, ninguno de los más de 250 Papas se han contradecido. Entonces, aunque la Iglesia ha cometido muchos errores en la historia, lo que nos manda es lo que quiere Dios, y aunque no sigamos el ejemplo de los malos pastores, debemos obedecerla.

sábado, 11 de agosto de 2007

La Iglesia Católica, única y verdadera


La afirmación que dicta el título de este artículo puede parecer algo muy reiterativo a lo largo de los siglos y en todo el mundo, e incluso algo dogmático y mal visto, pero es realidad con fundamento, realidad impregnada por la gracia divina presente a lo largo de la historia.

Vayamos por partes. Tres características hacen a la Iglesia Católica “la buena”: Que es Revelada, que es Universal y que es Verdadera. A continuación iré desglosando estos términos para que quede claro.

Desde que el hombre es hombre, ha tenido siempre la concepción de Dios, y lo ha plasmado de diferentes maneras. A lo largo de la historia y en cualquier lugar del planeta, se pueden encontrar civilizaciones sin monumentos o incluso sin casas, pero jamás se ha visto una cultura sin templos. Sin embargo Dios estaba mitificado, pues nadie lo vio jamás y las personas se intentaban acercar a Él de acuerdo a construcciones que ellos mismos imaginaban, pero a fin de cuentas era un Dios (o varios dioses) desconocido.

Dios, el único y eterno, creador de todo lo que existe, escogió desde siempre al pueblo judío como estirpe elegida en medio del mundo, para en él, manifestarse y poder llegar al culmen de la revelación y mostrar todo su amor para salvar a todos los hombres. Y así surgió el judaísmo, la más antigua de las religiones que aún subsiste, y Dios se manifestaba en medio de ellos, revelando muchas cosas e incluso una forma de comportamiento para ser bueno a sus ojos.

Llegada la plenitud de los tiempos, Dios tomó forma humana en Jesucristo, Dios hijo, y vivió en medio de nosotros, siendo Él perfecto Dios y perfecto hombre. En él ya no hay duda, el Dios invisible se hace visible, y nos revela lo necesario para la salvación, además de abrirnos el cielo con su muerte en cruz. En la tierra, Dios fundó y edificó una Iglesia, su pueblo santo que sustituye el pueblo judío, una Iglesia con una jerarquía, y a la que se entra con el Bautismo. La Iglesia es el centro para que todos los hombres puedan salvarse y llegar al conocimiento de la verdad, el plan de Dios.

Toso esto significa que el catolicismo es revelado, lo que queda manifestado plenamente en el libro de los Hechos de los Apóstoles, cuando se narra la llegada de el Apóstol Pablo a Atenas: Pablo vio un altar que decía: “Al dios desconocido”, y les dijo: “Este Dios al que honran, ya tiene nombre: Jesucristo”

La Iglesia fundada por Jesús tiene un centro visible, Pedro, y sus sucesores, los Papas. “Yo te digo que tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no la podrán vencer. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos, todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedara desatado en el cielo” Con esta ultima sentencia, Cristo la segura a Pedro que siempre estará a su lado en las desiciones que tome en el cargo, y eso es válido para todos los Papas, por lo que el Papa es infalible es cuestiones de fe y moral. La sucesión apostólica y el orden sacerdotal tiene su base en la misión de Cristo de transmitir sus enseñanzas y la gracia a todos los hombres, y los apóstoles no podrían haberlo hecho 2000 años y por todo el mundo, no eran eternos ni teletransportistas, pues perpetúan su misión. Ya desde los primeros días de la Iglesia se habla de Diáconos, Presbíteros y Obispos

Los hermanos separados dicen que la Católica no es la Iglesia de Cristo, y se basan en los Santos Evangelios, aunque habrá que decirles que cuando éstos fueron escritos, la Iglesia ya existía y con una estructura bien formada, prácticamente igual a la actual, con una cabeza y una jerarquía eclesial.

Si creemos en Jesucristo como Dios (y vaya que Dios muchísimas pruebas de serlo), debemos reconocer entonces que la Iglesia Católica es la única. Nos dice la escritura “Ahí donde esta Pedro, ahí esta la Iglesia de Cristo”. Y todos los que de alguna manera se han separado del tronco, la Iglesia, se han dividido más y más en el caos. Para muestra, basta el ejemplo de las miles de sectas surgidas a partir del protestantismo.

La Iglesia es Universal porque el mensaje de salvación que trae es para todos los hombres, de todas las lenguas, de todas las razas, de todas las culturas, de todos los tiempos. La misión es que todos los hombres tengamos a Cristo por Señor y con una sola fe. Esto la hace única entre todas las religiones del mundo, y para ello habrá que ver su rápida evolución desde el Siglo I.

Finalmente, es Verdadera porque sus enseñanzas pueden ser comprendidas, o al menos conocidas, por la razón humana, y se ajustan a la ley natural y al deber ser. Digamos que las normas de la Iglesia “no tienen desperdicio” y hacen que el hombre pueda ser mejor hombre, y sobretodo, ayudar a que los demás sean mejores también. En la Iglesia Católica, Dios no es ya un mito, sino una verdad esencial, una verdad hecha carne y que sale el encuentro del hombre.

Decir creer en Cristo y negar a su Iglesia, es no creer verdaderamente en Él, pues dejas de lado quizá la parte central de su mensaje de salvación, y eso conlleva a no conocerlo ni amarlo como Él lo ha querido. Sin embargo cabe aquí mencionar que las religiones cristianas, y en general todas las existentes, tiene visos de verdad, es decir que no están totalmente en la mentira, hay verdades y muy buenas, por lo que no debemos despreciar a las personas no Católicas. Todas las religiones del mundo tienen algo de verdad, en la medida en que algunos de sus principios coincidan con los de la Santa Iglesia.

lunes, 6 de agosto de 2007

Visión sobrenatural


Sin lugar a dudas el mundo absorbe mucho; las presiones cotidianas, el trabajo, la escuela, la familia y demás actividades, consumen nuestra energía y nuestro tiempo, y no está mal. Sin embargo, a la mayor parte de la gente se le olvida que este mundo no lo es todo, y que detrás hay algo mucho más importante: la vida eterna que Dios nos tiene prometida. En otras palabras, a las personas nos falta mucha visión sobrenatural, entendiéndose sobrenatural no como algo de fantasmas o monstruos, sino como la presencia viva de Dios nuestro Señor.

Dice una oración que debemos saber aprovechar los bienes del mundo para que no nos impidan alcanzar los del Cielo, y esto es justamente el principal problema de la humanidad. Creemos que lo más importante es vivir “cómodos” o sin sobresaltos, pero la realidad es otra, ya que eso no vale nada pues éste mundo es limitado y finito. Lo que realmente vale es la vida eterna de Dios, y muchas veces ésta se alcanza sufriendo en el mundo, a imagen de Jesucristo. Todos los problemas, injusticias y dolencias de éste mundo nos abren una brecha hacia el camino verdadero; son medios de santificación. Ya lo dice el mismo Jesucristo: “Entren por la puerta angosta, porque la puerta ancha conduce a la perdición y muchos entran por ahí; angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la salvación”.

Si solo pensamos en vivir bien en éste mundo, tal vez lo logremos, pero lo realmente importante es esforzarnos para poder vivir eternamente a lado de Dios; hay que tener esa visión sobrenatural. Visión sobrenatural consiste en ver al mundo de otra manera, verlo con los ojos de Dios, verlo como un lugar en el que estamos de paso y en el cual debemos santificarnos. El que no tiene visión sobrenatural, se entrega totalmente a los placeres, pues “mañana moriremos”, acumula bienes materiales y pocos espirituales, se preocupa por cosas superficiales y para si mismo.

Ahora bien, ese trabajo para poder llegar a la vida eterna exige y demanda mucho de nosotros. Debemos acumular tesoros en el Cielo, porque si los acumulamos en la tierra, ¿me llevaré algo cuando me muera? En cambio, si hago mi tesoro en el cielo, éste me estará esperando cuando muera. Pero, ¿cómo hacer un tesoro en el cielo? Pues muy fácil: ejercitando las obras de misericordia, que sin duda alguna me llevan a pensar en los demás más que en mi mismo, cumpliendo los mandamientos de la Ley de Dios y soportando estoicamente y con un gran espíritu de amor, los sufrimientos que Dios nos mande, ya que el dolor, en cualquiera de sus manifestaciones, nos purifica, tal y como lo dejó en claro nuestro Señor Jesús; nos purifica de las manchas dejadas por el pecado en nuestra alma.

Visión sobrenatural significa también no sobrevalorar el mundo. No se debe sobrevalorar porque a fin de cuentas el mundo, al ser corrompido por el pecado, tiende al mal y me remito a los hechos para constatarlo. Bien se dice que los enemigos del alma son mundo, demonio y carne. Eso no significa que no luchemos por un mundo mejor, sino que hay que luchar e iluminarlo con la luminaria de nuestra fe y nuestro amor, siempre teniendo presente que por encima de éste objetivo esta el de ganar el Cielo, aunque de alguna u otra manera van de la mano. También la visión consiste en no apegarnos a los bienes del mundo, es decir, “a lo mundano”, ya que éstos pueden alejarnos de Dios porque son inmediatos y placenteros.

Finalmente, la visión sobrenatural hace que todo lo aparentemente malo a los ojos del mundo, como la muerte de un ser querido, el dolor físico o emocional, los fracasos laborales o sentimentales, las crisis económicas, etc., sea para nosotros una bendición de Dios, ya que gracias a todo esto nos podemos santificar y estar más cerca de la vida sobrenatural. Es difícil entenderlo, pero mientras Dios más nos ama, más nos da sufrimientos en ésta vida, pues Él quiere que nos salvemos y seamos felices eternamente, y justamente los sufrimientos terrenales son grandes medios de salvación. El papa Benedicto XVI dijo en alguna ocasión que “no hay salvación sin cruz”, y estas palabras deben llegar muy al fondo de nuestra mente para que pensemos que nuestro objetivo es ir “más allá” del mundo visible.

Quisiera terminar con una frase que en alguna ocasión me mencionó mi querida Alexandra Strong:

Los sufrimientos son caricias de Dios.