viernes, 23 de noviembre de 2007

Para ser santos, santificar a los demás.


La vida de Santa Rita de Cascia, fielmente recreada en la reciente película “Cascia”, es ejemplo y vida para todos los que creemos en Cristo, pero sobretodo, nos deja un par de enseñazas muy grandes que es importante meditar.

El aspecto más importante es el hecho de que una persona no puede ser santa si en su vida no santifica a los demás; el otro, es que nunca debemos desanimarnos ante lo que parece imposible a nuestros ojos, porque si luchamos, todo es posible para Dios.

Deteniéndonos en la primera enseñanza, se puede decir que nada más cierto, pues una persona adquiere la santidad conforme se parece más a Cristo, y parecerse a Cristo quiere decir dar la vida por los demás.

Dar la vida por los demás no sólo quiere decir entregarnos físicamente a la muerte para salvar a otros, sino dedicar nuestra vida en pos de su bienestar, siempre buscando hacer discípulos para el Señor, cumpliendo así con nuestra misión apostólica encomendada desde el día de nuestro bautismo.

Para dar la vida es necesario amar al prójimo, y amar de verdad consiste en darlo todo, sin esperar recibir nada, y amando aún más cuando los demás menos lo merecerían, porque cuando decimos que amamos pero ponemos condiciones, no estamos realmente amando, sino queriendo para que nos quieran.

Santa Rita amó de verdad, amó a todos los que le rodearon y, justamente en ese amor, se santificó e hizo santos a los demás: A su esposo lo cambio de vida, a sus hijos, los salvo al final de sus vidas, al igual que a su cuñado, y todo gracias a no rendirse, en una palabra, amando, pero no un amor cualquiera, sino un amor heroico.

Con excepción de los ermitaños, la santidad no se logra de forma aislada, sino que se gana en nuestro mundo cotidiano, en ese mundo en el que estamos en contacto con los demás en cada instante. El que sólo piensa en si mismo, no se salva; en cambio, quien logra ser santo es porque fue santo en las relaciones con el otro.

El segundo aspecto, no rendirse jamás, es una enseñanza esencial de la doctrina cristiana contenida en el Evangelio. Jesucristo mismo nos pide que tengamos confianza en Él, pese a que parezca que no nos escucha.

Santa Rita es un ejemplo claro de poder ver a Dios en los momentos más duros de la vida, esos momentos que, haciéndonos sufrir, nos purifican de las huellas del pecado y nos unen a la pasión del Señor en la Cruz.

En el no rendirse, y apegarse al Señor, está la clave para que lo imposible se pueda lograr, aún aquellas cosas que ni remotamente hubiéramos pensado; la clave: la oración, junto con la fortaleza de espíritu.

Sin duda alguna esta película remueve los sentimientos más profundos de los creyentes, dándonos un nuevo ejemplo de vida cristiana que nos anima a vivir cada día como verdaderos discípulos del Señor.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Dia de Muertos


El día de muertos, como lo conocemos hoy en día en México, nace con la llegada de la religión católica , ya que los frailes fusionaron las antiguas tradiciones prehispánicas dotándolas de un sentido cristiano.

En el mundo indígena existía un culto muy fuerte a la muerte, y se creía que los difuntos tenían que pasar un largo camino para llegar al descanso, al lado de las deidades y en un estado de tranquilidad.

Para llegar a ese estado, el muerto debía vencer largas batallas, y por ello necesitaría alimentarse; así nacieron las ofrendas, como la comida que daría la energía a las almas para lograr el triunfo y el descanso.

Con la entrada del cristianismo, se redimensionan estas creencias, transformándolas en la idea de trascendencia para el alma del difunto, la cual necesita de la oración para llegar más rápido con Dios si es que está en el purgatorio.

La idea nueva, que no existía en la cultura prehispánica, era la de la correspondencia entre obras y recompensa eterna, es decir “si te portas bien, te salvaras y gozaras eternamente con Dios”

La Iglesia celebraba desde tiempos remotos la fiesta de los fieles difuntos el 2 de noviembre. Los fieles difuntos son aquellas personas que mueren en comunión con la Iglesia, y por tanto, tienen la posibilidad de salvarse.

En México, la Iglesia determina que esta antigua tradición prehispánica del culto a los muertos (transformada), se celebrase justamente el día de loas fieles difuntos, y además, que se conmemore también el día primero, día de todos los santos.

La fiesta del día de muertos es entonces una celebración cristiana, cuyo sentido principal es la oración para que los fieles difuntos lleguen a lado de Dios y vivan con Èl eternamente, y la asistencia a la Santa Misa es la mejor forma de celebrarlo.