Este es uno de los temas que me parecen más interesante dentro de la Iglesia, y uno de los que ha causado mayor controversia entre los fieles cristianos. Aquí voy a dar mi opinión personal, que puede estar equivocada. Antes de entrar de lleno, creo no estarme metiendo en un tema dogmático, sino meramente administrativo. Si es algo de dogma y que puede llegar a constituir herejía, de antemano afirmo que no es la intención y retiro lo que diré.
Los ministros extraordinarios de la Eucaristía son fieles cristianos laicos que ayudan a la distribución de la Sagrada Comunión, ya sea durante la Santa Misa o fuera de ella. Han sido constituidos por el Santo Padre, y su función queda establecida en el Código del Derecho Canónigo, dentro del canon 230:
“Donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia y no haya ministros, pueden los laicos, aunque no sean lectores ni acólitos, suplirles en algunas de sus funciones, es decir, ejercitar el ministerio de la palabra, presidir las oraciones litúrgicas, administrar el bautismo y dar la sagrada Comunión según la prescripción del derecho”
Las condiciones que quedan establecidas para que los ministros extraordinarios distribuyan la Comunión, son justamente extraordinarias: Qué no haya sacerdote o algún clérigo que lleve a cabo esta función; que haya tanta demanda de la Santa Comunión que verdaderamente sea imposible que el sacerdote no pueda cubrirla sólo; o bien que el sacerdote no pueda distribuirla por alguna enfermedad o edad avanzada.
Ahora bien, queda claro que la función de distribución del Cuerpo y la Sangre de Cristo corresponde a los sacerdotes, es una actividad que está dentro de su ministerio, y los ministros la cubren cuando éste está imposibilitado.
Yo estoy de acuerdo con la existencia de estos ministros, pero sólo para casos estrictamente extraordinarios. No es correcto que se abuse de su ejercicio, aún y cuando haya demasiados fieles que quieran recibir la Comunión. Expondré mis razones con amplitud a continuación.
No acepto el abuso de su función porque el Sacerdote es la persona más capacitada para su distribución. Cristo es el mismo, ya sea que lo recibas del Sacerdote o de un ministro, esta no es una razón. La razón principal deriva del principio de que para comulgar debemos estar en Estado de Gracia, de lo contrario nos comemos nuestra propia condenación y cometemos sacrilegio, según palabras de San Pablo. Ahora bien, si para recibirlo hay que estar en Gracia, más aún para distribuirlo, es una responsabilidad muy grande.
Entonces el ministro extraordinario, sin querer juzgar a nadie, podría no estar en Gracia (como cualquiera de nosotros), y por tanto, ofender gravemente a Dios distribuyendo su cuerpo indignamente. Claro, el sacerdote podría no estar en Gracia, pero a fin de cuentas está haciendo su función; ofendería más a Dios si además de no estar en Gracia, no distribuye la Eucaristía. ¿Si me expliqué?
No es por mí que no quiero recibir a Cristo de manos de un ministro, no, pues el Señor es el mismo, repito. Es más bien para impedir ocasión de que se ofenda a Dios y a fin de cuentas, proteger, por así decirlo, al ministro extraordinario.
En el caso de que muchos fieles se acerquen a comulgar y el Sacerdote no se da abasto, hay una solución muy sencilla. En muchas Parroquias, no en todas, hay dos sacerdotes, según datos de la página web de la Arquidiócesis de México. Entonces considero que en el momento de la Comunión podría salir el sacerdote que no está oficiando para ayudar a la distribución. En las Misas del Opus Dei yo he llegado a ver esto; cuando el Sacerdote no puede distribuirla a todos, sale otro Padre, con sotana y sobrepelliz, y le ayuda.
Considero también que se puede echar mano de las personas en Vida Consagrada, como Monjas y Monjes, para ayudar a la distribución Eucarística, ya sea en las Misas o para llevarla a los enfermos, hospitales o cárceles. Las Órdenes Religiosas pueden ser un grandísimo apoyo, y de hecho deben serlo, para la Jerarquía de la Iglesia.
Ahora bien, en el caso de Parroquias donde haya un solo Sacerdote, estén enfermos o tengan un motivo extraordinario, es necesario preparar adecuadamente a los ministros de la Comunión, pero no con platiquitas, sino con auténticas clases, que realmente conozcan a fondo la religión Católica para que verdaderamente se den cuenta de lo que representa su ministerio y puedan ser ejemplo de vida para el resto de los fieles laicos.
En el caso de que un solo sacerdote, o dos, estén dando la Comunión a mucha gente, es preferible que se tarden unos cuantos minutos más, a que se presente una ocasión de ofender a Dios en Su casa.
Jorge Raúl Nacif.
Los ministros extraordinarios de la Eucaristía son fieles cristianos laicos que ayudan a la distribución de la Sagrada Comunión, ya sea durante la Santa Misa o fuera de ella. Han sido constituidos por el Santo Padre, y su función queda establecida en el Código del Derecho Canónigo, dentro del canon 230:
“Donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia y no haya ministros, pueden los laicos, aunque no sean lectores ni acólitos, suplirles en algunas de sus funciones, es decir, ejercitar el ministerio de la palabra, presidir las oraciones litúrgicas, administrar el bautismo y dar la sagrada Comunión según la prescripción del derecho”
Las condiciones que quedan establecidas para que los ministros extraordinarios distribuyan la Comunión, son justamente extraordinarias: Qué no haya sacerdote o algún clérigo que lleve a cabo esta función; que haya tanta demanda de la Santa Comunión que verdaderamente sea imposible que el sacerdote no pueda cubrirla sólo; o bien que el sacerdote no pueda distribuirla por alguna enfermedad o edad avanzada.
Ahora bien, queda claro que la función de distribución del Cuerpo y la Sangre de Cristo corresponde a los sacerdotes, es una actividad que está dentro de su ministerio, y los ministros la cubren cuando éste está imposibilitado.
Yo estoy de acuerdo con la existencia de estos ministros, pero sólo para casos estrictamente extraordinarios. No es correcto que se abuse de su ejercicio, aún y cuando haya demasiados fieles que quieran recibir la Comunión. Expondré mis razones con amplitud a continuación.
No acepto el abuso de su función porque el Sacerdote es la persona más capacitada para su distribución. Cristo es el mismo, ya sea que lo recibas del Sacerdote o de un ministro, esta no es una razón. La razón principal deriva del principio de que para comulgar debemos estar en Estado de Gracia, de lo contrario nos comemos nuestra propia condenación y cometemos sacrilegio, según palabras de San Pablo. Ahora bien, si para recibirlo hay que estar en Gracia, más aún para distribuirlo, es una responsabilidad muy grande.
Entonces el ministro extraordinario, sin querer juzgar a nadie, podría no estar en Gracia (como cualquiera de nosotros), y por tanto, ofender gravemente a Dios distribuyendo su cuerpo indignamente. Claro, el sacerdote podría no estar en Gracia, pero a fin de cuentas está haciendo su función; ofendería más a Dios si además de no estar en Gracia, no distribuye la Eucaristía. ¿Si me expliqué?
No es por mí que no quiero recibir a Cristo de manos de un ministro, no, pues el Señor es el mismo, repito. Es más bien para impedir ocasión de que se ofenda a Dios y a fin de cuentas, proteger, por así decirlo, al ministro extraordinario.
En el caso de que muchos fieles se acerquen a comulgar y el Sacerdote no se da abasto, hay una solución muy sencilla. En muchas Parroquias, no en todas, hay dos sacerdotes, según datos de la página web de la Arquidiócesis de México. Entonces considero que en el momento de la Comunión podría salir el sacerdote que no está oficiando para ayudar a la distribución. En las Misas del Opus Dei yo he llegado a ver esto; cuando el Sacerdote no puede distribuirla a todos, sale otro Padre, con sotana y sobrepelliz, y le ayuda.
Considero también que se puede echar mano de las personas en Vida Consagrada, como Monjas y Monjes, para ayudar a la distribución Eucarística, ya sea en las Misas o para llevarla a los enfermos, hospitales o cárceles. Las Órdenes Religiosas pueden ser un grandísimo apoyo, y de hecho deben serlo, para la Jerarquía de la Iglesia.
Ahora bien, en el caso de Parroquias donde haya un solo Sacerdote, estén enfermos o tengan un motivo extraordinario, es necesario preparar adecuadamente a los ministros de la Comunión, pero no con platiquitas, sino con auténticas clases, que realmente conozcan a fondo la religión Católica para que verdaderamente se den cuenta de lo que representa su ministerio y puedan ser ejemplo de vida para el resto de los fieles laicos.
En el caso de que un solo sacerdote, o dos, estén dando la Comunión a mucha gente, es preferible que se tarden unos cuantos minutos más, a que se presente una ocasión de ofender a Dios en Su casa.
Jorge Raúl Nacif.