sábado, 24 de enero de 2009

Existencia de Dios



“Felices los que creen sin haber visto” Juan 20, 29

“A Dios nadie lo ha visto jamás; pero está el Hijo, el Único, en el seno del Padre: Él lo dio a conocer” Juan 1, 18


La gran pregunta de todos los hombres a lo largo de la historia y en todas las culturas, es siempre referente a si existe o no un Dios. Nosotros, los católicos, sabemos gracias a la tradición, a las Sagradas Escrituras y a las enseñanzas de nuestros antepasados, que existe un Dios, sólo uno, pero que tiene tres personas distintas: El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. Esto lo sabemos, pero, ¿realmente creemos en El?

En la época actual, sobretodo los jóvenes han dejado de creer en Dios; preguntas como ¿por qué no puedo verlo? o, si Dios existe ¿por qué permite tantas catástrofes en el Mundo? son comunes para justificar su falta de fe. Mucha gente ha dejado de creer en Él porque no cumple con las peticiones y caprichos, o quizá porque en este Mundo no hay cabida para un Dios que promueve el amor entre las personas y el desecho del egoísmo; los medios de comunicación presentan situaciones en las que Dios se encuentra muy lejos, y, en lugar de fomentar la unidad, destacan el individualismo.

Para entrar de lleno, quisiera poner un ejemplo muy sencillo que alguna vez me dijo en la preparatoria el profesor Nemesio Arriola: Imagina que vas a un restaurante y te sirven un platillo exquisito, tanto para el paladar como para la vista, con una gran variedad de ingredientes que han sido combinados de manera extraordinaria. Después de saborearlo, es tal tu satisfacción que quieres felicitar al cocinero, pero el mesero te dice que nadie cocino ese platillo, sino que todos los ingredientes se mezclaron solos y se cocinaron. ¿Qué pensarías?, obviamente que el mesero está loco, ¿no?, bueno, pues muchos decimos lo mismo que dijo el mesero cuando, al admirar la maravilla del Mundo en el que vivimos, la naturaleza que funciona a la perfección, el cuerpo humano que es perfecto y todo lo demás, negamos la existencia de Dios, es decir, de alguien que lo haya hecho, de un creador.

Sería muchísima coincidencia que este universo tan perfecto y maravilloso se haya hecho al azar, ¿no lo crees? Que el cuerpo humano que funciona tan perfectamente y que todo está acomodado de tal forma que exista una homeostasis (equilibrio) haya sido hecho por simples moléculas que decidieron juntarse un buen día. No amigos, así no es, detrás de todo lo que existe hay un creador, y ese es Dios.

Es cierto, a Dios no lo puedes ver, pero vemos muchas de sus manifestaciones, como por ejemplo, las flores que crecen en el campo sin que nadie las cuide y las riegue. Hay cosas que no se ven, pero que son tan reales como tu o como yo; no puedes ver el amor, pero existe, ¿no? y lo que vemos, como los besos y los abrazos, son manifestaciones del amor. La postura de no considerar las cosas que no vemos o tocamos, es inminentemente positivista.

El positivismo es una ideología surgida en Europa a mediados del siglo XIX, cuyo padre es Augusto Compte. En resumidas cuentas, el positivismo afirma que todo aquello que no puede ser científicamente comprobable no es verdadero. Desde cualquier punto de vista, esta postura es falsa, pues por ejemplo, ¿puedo graficar el cariño de una madre? Y como no es científicamente comprobable, ¿no existe? Pues lo mismo aplica para Dios, ya que el hecho de no verlo o no poder comprobar su existencia mediante el método científico no significa que no exista. Además, si Dios es Dios, es lógico que no sea material, de lo contrario sería como nosotros y ya no seria Dios, ya que no sería superior a nosotros como se supone lo es un dios. (De ahí la trascendencia de que Dios se haya hecho hombre en la persona de Jesucristo)

Otro aspecto en el que muchos se basan para negar la existencia de Dios, es la ciencia. Sin embargo, y contrario a lo que normalmente se piensa, la religión y la ciencia no son opuestas, sino complementarias. Los grandes descubrimientos científicos en los diferentes campos como química, física o medicina, nos demuestran la grandeza de Dios y de su creación. La ciencia únicamente va descubriendo la manera en la cual se encuentra conformado el universo y su funcionamiento, y esa estructura tan perfecta, repito, solo puso ser realizada por alguien superior. Ya lo dice la Sagrada Escritura en Siracida 38, 6-7: “Él da a los hombres la ciencia para que lo glorifiquen por sus maravillas”

Un grave error es querer encontrar ciencia en la Biblia, o al revés. En la Biblia nunca encontraras ciencia, sino las enseñanzas y mandatos de Dios, además de un poco de historia. En lo que se refiere a la creación y aparición del hombre, se dice que la Biblia y la ciencia se oponen radicalmente. Esta situación se da porque comúnmente la gente separa ciencia de religión, pero no debe ser así. Hay que destacar que la Biblia se encuentra llena de simbolismos, pues utiliza un lenguaje didáctico literario y que la libre interpretación es peligrosa. La Dios creo al hombre a su imagen y semejanza, para ser superior a todas las demás criaturas. La evolución no puede negarse y el ser humano apareció en la tierra relativamente hace muy poco tiempo, dentro de la actual era Cenozoica.

Pues bien, en la Biblia se manifiesta que Dios creó al hombre hasta el final de su creación, justo antes del séptimo día y, como la Biblia está llena de simbolismos (sobretodo el Antiguo Testamento), la realiddad es que esos días de la creación fueron en realidad millones de años (y representan etapas o eras), ya que como dice la misma Escritura, un día son como mil años para Dios, pues Él está por encima del tiempo y del Espacio. Sin embargo, la creación no es algo estático, sino que se renueva constantemente; cuando Dios creo todo, fue como sembrar una semilla, que día con día va germinando (esto es la evolución). La Biblia, aunque como vimos se complementa con la ciencia, va más allá y nos presenta realidades que hay que verlas con los ojos de la fe. Además, nuestra religión católica es diferente a todas las demás religiones porque nos dice que, además de la fe, es también necesaria la razón para poder conocer a Dios.