viernes, 13 de febrero de 2009

El Amor


En la víspera de la celebración del “Día de amor y la amistad” resulta interesante e importante tratar uno de los temas de los que hay más desconocimiento entre las personas, pese a ser de los que más se tratan: el amor. Existen muchas clases de amor, pero en esta ocasión nos centraremos en el amor de pareja, que es el que se encuentra más desvirtuado, sobretodo en éstas fechas.

Antes que nada es indispensable sabes qué es el amor. Quizá no exista una definición concreta, pero nos basta ver algunas de sus manifestaciones para entender que el amor es desear el bien de otra persona, y amar es darlo todo por el bienestar de aquel, con la particularidad de nos esperar recompensa.

Ya desde ahí viene la primera ruptura con el “amor” que se dicen tener muchas parejas. Si yo quiero a alguien para que me quiera, no es amor. Muchas veces hemos escuchado que alguna persona termina odiando a la otra porque no le correspondió a su cariño. A decir verdad, nunca hubo entornes un cariño de verdad.

Muchas veces se suele confundir amor con la mera tracción física o el “sentir bonito”, cuando ella o él están cerca de nosotros. Pero eso no es amor, eso es, simplemente, la base en la cual puede nacer, pero no lo es. Es más, estar enamorado no es lo mismo que amar. Enamorarse es el culmen de la tracción física, pero sigue habiendo egoísmo; quiero poseer a la otra persona. Amar no es estar enamorado.

El amor no es un sentimiento; parte obviamente del nivel sentimental, pero en sí, amar es un acto de la voluntad libre. El sujeto que ama proporciona aliento, cariño, afecto y comprensión a la persona amada. El amor, de suyo es desinteresado, da porque quiere dar y su mejor recompensa consiste en la felicidad de la persona amada.

Por ello, si una persona “ama” para que la amen (en otras palabras, para que me correspondan) no esta amando realmente, sino simplemente quiere satisfacer un ego o necesidad personal que llega, incluso, al nivel puramente físico.

La correspondencia en el amor tiende a darse, pero esto es secundario. Yo no puedo molestarme u odiar a una persona porque no me corresponde, sino más bien alegrarme porque su alegría no está en mí (no la obstaculizo).

Para llegar a un amor de verdad se pasa por tres niveles: eros, filio y ágape.

El eros es, pudiéramos decir, la atracción física a la otra persona. Esto el hombre no lo controla. Bien dice aquella frase de: “No se ni porque me gusta”. Sin embargo, el eros no es propiamente amor, ya que apenas en es el primer escalón. Suele ser arrebatado y pasional, pero este nivel debe de evolucionar, ya que de lo contrario, muere con el tiempo.

Digamos que muchas veces el termino “enamorarse” viene inserto en este nivel, por lo que puedo decir que enamorarse no es lo mismo que el amor, sino simplemente la base o primer nivel.


Esta parte esta caracterizada por una serie de reacciones químicas corporales. Es meramente algo fisiológico, natural. Pero en lo dicho, no es amor como tal, el amor es mucho más, muchísimo más que una serie de sensaciones químicas a nivel orgánico, es más que meramente un sentir “mariposas”.

Desafortunadamente muchos nos quedamos en este nivel, incluso parejas que llegan al matrimonio. Un ejemplo claro es cuando dice alguno de los dos: “Quiero separarme porque ya no siento nada por ti”. El “ya no siento” habla que el amor se quedó en el nivel más arcaico y “menos humano” del simple atractivo físico, en un nivel digamos “animal” que la misma naturaleza estableció para la reproducción de los seres vivos.

El filio es el segundo nivel, en el cual ya existe un interés mayor por la otra persona en cuanto a ella misma. Se da un desprendimiento del propio ego y de la satisfacción personal. Aquí ya estamos más cerca de hablar de amor, aunque aun hace falta evolución. El filio puede desgastarse y morir.

El ágape es la plenitud del amor, es el amor propiamente dicho y con todas sus letras. Decían los antiguos pensadores que dentro de este amor esta la llamada benevolencia, que es volcarte en el otro. En este último nivel, dejas de pensar totalmente en ti para dar todo tu ser hacia la persona amada.

Ahora bien, un verdadero ágape no solo da todo, sino que se deja amar y disfruta también ser amado, aunque el disfrute es considerado como algo secundario o subordinado al hecho mismo de amar al otro.

Dentro de la Teología Católica, se considera que el sacramento del matrimonio infunde en los novios este ágape, o amor sobrenatural, a su filio que de suyo deben tener para llegar al altar. Por eso también el matrimonio nunca se rompe, ya que el eros y el filio pueden acabarse, pero el amor verdadero jamás se apaga y nunca pasa.

Como decíamos, el eros se manifiesta físicamente con una serie de descargas eléctricas y combinación de líquidos dentro del organismo. En cambio, el filio y el ágape no tienen una residencia anatómica: son y vienen del alma, se dictaminan por la voluntad bajo el filtro de la razón.

A manera de conclusión puedo decir que hombre, si una niña me truena no debo de deprimirme, sino darme cuenta de que ella no sería feliz a mi lado, por lo tanto, quedarme tranquilo y con una sonrisa. Desafortunadamente si tan sólo es un simple eros lo que sentimos por los demás, es complicado vencer ese egoísmo.