viernes, 13 de febrero de 2009

El Amor


En la víspera de la celebración del “Día de amor y la amistad” resulta interesante e importante tratar uno de los temas de los que hay más desconocimiento entre las personas, pese a ser de los que más se tratan: el amor. Existen muchas clases de amor, pero en esta ocasión nos centraremos en el amor de pareja, que es el que se encuentra más desvirtuado, sobretodo en éstas fechas.

Antes que nada es indispensable sabes qué es el amor. Quizá no exista una definición concreta, pero nos basta ver algunas de sus manifestaciones para entender que el amor es desear el bien de otra persona, y amar es darlo todo por el bienestar de aquel, con la particularidad de nos esperar recompensa.

Ya desde ahí viene la primera ruptura con el “amor” que se dicen tener muchas parejas. Si yo quiero a alguien para que me quiera, no es amor. Muchas veces hemos escuchado que alguna persona termina odiando a la otra porque no le correspondió a su cariño. A decir verdad, nunca hubo entornes un cariño de verdad.

Muchas veces se suele confundir amor con la mera tracción física o el “sentir bonito”, cuando ella o él están cerca de nosotros. Pero eso no es amor, eso es, simplemente, la base en la cual puede nacer, pero no lo es. Es más, estar enamorado no es lo mismo que amar. Enamorarse es el culmen de la tracción física, pero sigue habiendo egoísmo; quiero poseer a la otra persona. Amar no es estar enamorado.

El amor no es un sentimiento; parte obviamente del nivel sentimental, pero en sí, amar es un acto de la voluntad libre. El sujeto que ama proporciona aliento, cariño, afecto y comprensión a la persona amada. El amor, de suyo es desinteresado, da porque quiere dar y su mejor recompensa consiste en la felicidad de la persona amada.

Por ello, si una persona “ama” para que la amen (en otras palabras, para que me correspondan) no esta amando realmente, sino simplemente quiere satisfacer un ego o necesidad personal que llega, incluso, al nivel puramente físico.

La correspondencia en el amor tiende a darse, pero esto es secundario. Yo no puedo molestarme u odiar a una persona porque no me corresponde, sino más bien alegrarme porque su alegría no está en mí (no la obstaculizo).

Para llegar a un amor de verdad se pasa por tres niveles: eros, filio y ágape.

El eros es, pudiéramos decir, la atracción física a la otra persona. Esto el hombre no lo controla. Bien dice aquella frase de: “No se ni porque me gusta”. Sin embargo, el eros no es propiamente amor, ya que apenas en es el primer escalón. Suele ser arrebatado y pasional, pero este nivel debe de evolucionar, ya que de lo contrario, muere con el tiempo.

Digamos que muchas veces el termino “enamorarse” viene inserto en este nivel, por lo que puedo decir que enamorarse no es lo mismo que el amor, sino simplemente la base o primer nivel.


Esta parte esta caracterizada por una serie de reacciones químicas corporales. Es meramente algo fisiológico, natural. Pero en lo dicho, no es amor como tal, el amor es mucho más, muchísimo más que una serie de sensaciones químicas a nivel orgánico, es más que meramente un sentir “mariposas”.

Desafortunadamente muchos nos quedamos en este nivel, incluso parejas que llegan al matrimonio. Un ejemplo claro es cuando dice alguno de los dos: “Quiero separarme porque ya no siento nada por ti”. El “ya no siento” habla que el amor se quedó en el nivel más arcaico y “menos humano” del simple atractivo físico, en un nivel digamos “animal” que la misma naturaleza estableció para la reproducción de los seres vivos.

El filio es el segundo nivel, en el cual ya existe un interés mayor por la otra persona en cuanto a ella misma. Se da un desprendimiento del propio ego y de la satisfacción personal. Aquí ya estamos más cerca de hablar de amor, aunque aun hace falta evolución. El filio puede desgastarse y morir.

El ágape es la plenitud del amor, es el amor propiamente dicho y con todas sus letras. Decían los antiguos pensadores que dentro de este amor esta la llamada benevolencia, que es volcarte en el otro. En este último nivel, dejas de pensar totalmente en ti para dar todo tu ser hacia la persona amada.

Ahora bien, un verdadero ágape no solo da todo, sino que se deja amar y disfruta también ser amado, aunque el disfrute es considerado como algo secundario o subordinado al hecho mismo de amar al otro.

Dentro de la Teología Católica, se considera que el sacramento del matrimonio infunde en los novios este ágape, o amor sobrenatural, a su filio que de suyo deben tener para llegar al altar. Por eso también el matrimonio nunca se rompe, ya que el eros y el filio pueden acabarse, pero el amor verdadero jamás se apaga y nunca pasa.

Como decíamos, el eros se manifiesta físicamente con una serie de descargas eléctricas y combinación de líquidos dentro del organismo. En cambio, el filio y el ágape no tienen una residencia anatómica: son y vienen del alma, se dictaminan por la voluntad bajo el filtro de la razón.

A manera de conclusión puedo decir que hombre, si una niña me truena no debo de deprimirme, sino darme cuenta de que ella no sería feliz a mi lado, por lo tanto, quedarme tranquilo y con una sonrisa. Desafortunadamente si tan sólo es un simple eros lo que sentimos por los demás, es complicado vencer ese egoísmo.

sábado, 24 de enero de 2009

Existencia de Dios



“Felices los que creen sin haber visto” Juan 20, 29

“A Dios nadie lo ha visto jamás; pero está el Hijo, el Único, en el seno del Padre: Él lo dio a conocer” Juan 1, 18


La gran pregunta de todos los hombres a lo largo de la historia y en todas las culturas, es siempre referente a si existe o no un Dios. Nosotros, los católicos, sabemos gracias a la tradición, a las Sagradas Escrituras y a las enseñanzas de nuestros antepasados, que existe un Dios, sólo uno, pero que tiene tres personas distintas: El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. Esto lo sabemos, pero, ¿realmente creemos en El?

En la época actual, sobretodo los jóvenes han dejado de creer en Dios; preguntas como ¿por qué no puedo verlo? o, si Dios existe ¿por qué permite tantas catástrofes en el Mundo? son comunes para justificar su falta de fe. Mucha gente ha dejado de creer en Él porque no cumple con las peticiones y caprichos, o quizá porque en este Mundo no hay cabida para un Dios que promueve el amor entre las personas y el desecho del egoísmo; los medios de comunicación presentan situaciones en las que Dios se encuentra muy lejos, y, en lugar de fomentar la unidad, destacan el individualismo.

Para entrar de lleno, quisiera poner un ejemplo muy sencillo que alguna vez me dijo en la preparatoria el profesor Nemesio Arriola: Imagina que vas a un restaurante y te sirven un platillo exquisito, tanto para el paladar como para la vista, con una gran variedad de ingredientes que han sido combinados de manera extraordinaria. Después de saborearlo, es tal tu satisfacción que quieres felicitar al cocinero, pero el mesero te dice que nadie cocino ese platillo, sino que todos los ingredientes se mezclaron solos y se cocinaron. ¿Qué pensarías?, obviamente que el mesero está loco, ¿no?, bueno, pues muchos decimos lo mismo que dijo el mesero cuando, al admirar la maravilla del Mundo en el que vivimos, la naturaleza que funciona a la perfección, el cuerpo humano que es perfecto y todo lo demás, negamos la existencia de Dios, es decir, de alguien que lo haya hecho, de un creador.

Sería muchísima coincidencia que este universo tan perfecto y maravilloso se haya hecho al azar, ¿no lo crees? Que el cuerpo humano que funciona tan perfectamente y que todo está acomodado de tal forma que exista una homeostasis (equilibrio) haya sido hecho por simples moléculas que decidieron juntarse un buen día. No amigos, así no es, detrás de todo lo que existe hay un creador, y ese es Dios.

Es cierto, a Dios no lo puedes ver, pero vemos muchas de sus manifestaciones, como por ejemplo, las flores que crecen en el campo sin que nadie las cuide y las riegue. Hay cosas que no se ven, pero que son tan reales como tu o como yo; no puedes ver el amor, pero existe, ¿no? y lo que vemos, como los besos y los abrazos, son manifestaciones del amor. La postura de no considerar las cosas que no vemos o tocamos, es inminentemente positivista.

El positivismo es una ideología surgida en Europa a mediados del siglo XIX, cuyo padre es Augusto Compte. En resumidas cuentas, el positivismo afirma que todo aquello que no puede ser científicamente comprobable no es verdadero. Desde cualquier punto de vista, esta postura es falsa, pues por ejemplo, ¿puedo graficar el cariño de una madre? Y como no es científicamente comprobable, ¿no existe? Pues lo mismo aplica para Dios, ya que el hecho de no verlo o no poder comprobar su existencia mediante el método científico no significa que no exista. Además, si Dios es Dios, es lógico que no sea material, de lo contrario sería como nosotros y ya no seria Dios, ya que no sería superior a nosotros como se supone lo es un dios. (De ahí la trascendencia de que Dios se haya hecho hombre en la persona de Jesucristo)

Otro aspecto en el que muchos se basan para negar la existencia de Dios, es la ciencia. Sin embargo, y contrario a lo que normalmente se piensa, la religión y la ciencia no son opuestas, sino complementarias. Los grandes descubrimientos científicos en los diferentes campos como química, física o medicina, nos demuestran la grandeza de Dios y de su creación. La ciencia únicamente va descubriendo la manera en la cual se encuentra conformado el universo y su funcionamiento, y esa estructura tan perfecta, repito, solo puso ser realizada por alguien superior. Ya lo dice la Sagrada Escritura en Siracida 38, 6-7: “Él da a los hombres la ciencia para que lo glorifiquen por sus maravillas”

Un grave error es querer encontrar ciencia en la Biblia, o al revés. En la Biblia nunca encontraras ciencia, sino las enseñanzas y mandatos de Dios, además de un poco de historia. En lo que se refiere a la creación y aparición del hombre, se dice que la Biblia y la ciencia se oponen radicalmente. Esta situación se da porque comúnmente la gente separa ciencia de religión, pero no debe ser así. Hay que destacar que la Biblia se encuentra llena de simbolismos, pues utiliza un lenguaje didáctico literario y que la libre interpretación es peligrosa. La Dios creo al hombre a su imagen y semejanza, para ser superior a todas las demás criaturas. La evolución no puede negarse y el ser humano apareció en la tierra relativamente hace muy poco tiempo, dentro de la actual era Cenozoica.

Pues bien, en la Biblia se manifiesta que Dios creó al hombre hasta el final de su creación, justo antes del séptimo día y, como la Biblia está llena de simbolismos (sobretodo el Antiguo Testamento), la realiddad es que esos días de la creación fueron en realidad millones de años (y representan etapas o eras), ya que como dice la misma Escritura, un día son como mil años para Dios, pues Él está por encima del tiempo y del Espacio. Sin embargo, la creación no es algo estático, sino que se renueva constantemente; cuando Dios creo todo, fue como sembrar una semilla, que día con día va germinando (esto es la evolución). La Biblia, aunque como vimos se complementa con la ciencia, va más allá y nos presenta realidades que hay que verlas con los ojos de la fe. Además, nuestra religión católica es diferente a todas las demás religiones porque nos dice que, además de la fe, es también necesaria la razón para poder conocer a Dios.

sábado, 26 de abril de 2008

¡FELICES PASCUAS!


No había tenido suficiente tiempo para actualizar el blog, pero como aún estamos en el tiempo pascual, puedo decir a todos ¡Felicidades!

Felicidades porque con la Resurrección de Jesús, se sella la Nueva Alianza que ya había realizado con su muerte en la cruz, por la cual nos abre las puertas del Reino de los Cielos, cerradas desde el pecado original cometido por nuestros primeros padres.

La Pascua es la fiesta más importante de la Iglesia Católica, ya que celebramos el paso de la esclavitud del pecado a la libertad de la vida. Jesucristo vence a la muerte, de tal manera que ésta ya no tiene dominio sobre nosotros, y de nosotros dependerá, por nuestras buenas obras, no morir jamás.

Si bien es cierto que Jesús nos salva, abriendo el Reino de los Cielos, desde el momento de su muerte en la cruz, con la Resurrección nos pone de manifiesto que ya lo ha hecho, y constituye la mayor prueba de que así ha sido. La Resurrección significa precisamente ese paso a la vida.

La fiesta pascual tiene una duración de 50 días, y va desde el Domingo de Resurrección hasta el Domingo de Pentecostés. La primera semana de Pascua se conoce como “Octava de Pascua”, y sus días se celebran tal y como si fuera domingo de Resurrección, es como una continuación de ese día.

La gran enseñanza que debe dejarnos el tiempo pascual, es que para poder resucitar es necesario pasar por el calvario. La salvación no se logra fácilmente, sino que requiere esfuerzo y sufrimiento, es decir, CRUZ. “El que quiera salvarse, que se niegue así mismo, que tome su cruz y que me sigua”, dice el mismo Cristo. Siempre contaremos con Su ayuda en el caminar con nuestra cruz, y esa es la garantía de que podremos hacerlo.

Reitero mi felicitación para cada uno de los lectores de este sitio, no desaprovechamos la oportunidad que Jesús nos brinda para salvarnos.

miércoles, 6 de febrero de 2008

La Cuaresma


La Cuaresma:

La Cuaresma es un tiempo litúrgico de la Iglesia que dura 40 días y en el que nos preparamos para la fiesta de la Pascua, es decir, el paso de la muerte a la vida mediante la muerte y resurrección de Jesús. Los 40 días se tomaron de los 40 que pasó Jesús en el desierto, haciendo penitencia, antes de iniciar su etapa de predicación.

Esta etapa inicia con el miércoles de ceniza y termina con el domingo de resurrección. El miércoles de ceniza es el día en que nos colocamos ceniza en la frente o en la cabeza para simbolizar y darnos cuenta que somos pecadores y debemos hacer ceniza todo lo que nos aparta de Dios. El domingo de resurrección celebramos la victoria de Cristo sobre la muerte, y ese día inicia el tiempo pascual.

Durante la cuaresma, debemos confesarnos con frecuencia y hacer alguna penitencia para que en nuestra alma se borren las marcas causadas por el pecado. Una penitencia es un acto o una renuncia voluntaria que nos cuesta trabajo hacer, ofreciendo ese esfuerzo para unirlo a la cruz de Jesús.

La Iglesia determina dos días para hacer penitencia, aunque si se quiere hacer más, se puede. Estos días son el miércoles de ceniza y el viernes santo (día de la muerte de Jesús), en los que hay que ayunar (hacer sólo una comida al día) y no comer carne.

El ayuno obliga a los mayores de 18 años y hasta los 58. La abstinencia de carne, de los 14 en adelante.

El color de la Iglesia en este tiempo es el morado; los ornamentos del sacerdote (casulla y estola), la telita que cubre el sagrario, en ocasiones la palia (la tapa del cáliz) y demás, van en color morado, pues significa espera y penitencia.

La parte final de la cuaresma es la Semana Santa, en la que celebramos la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, quien entrega su vida por nosotros. Los días más fuertes de esta semana son el Domingo de Ramos (la entrada de Jesús a Jerusalén), j
Jueves Santo (día de la Última Cena), Viernes Santo (la muerte del Señor) y el Sábado de Gloria. El domingo ya se celebra la fiesta de la resurrección y es el primer día del tiempo pascual.

La Cuaresma es una época para cambiar nuestra forma de vida e imitar la de Jesús, teniendo siempre presente que Él, con su muerte en cruz, nos abrió las puertas del Cielo a todos los hombres para que, haciendo lo que el nos manda, poder entrar y vivir siempre en Su compañía.

lunes, 28 de enero de 2008

El Apostolado



Una plática muy interesante fue la inspiración que tuve para escribir este artículo sobre el apostolado, un tema básico dentro de la doctrina de la Iglesia Católica y punto vital para conseguir la salvación eterna.

En el momento del Bautismo, el nuevo hijo de Dios es conferido Sacerdote, Rey y Profeta, a imagen de Jesucristo. Estos regalos de parte de Dios, que nos configuran con Jesús, conllevan una serie de obligaciones a cumplir para poder ser verdaderos seguidores del Señor.

En el caso concreto del apostolado, este constituye la principal obligación del ser Profeta, pues un profeta es el encargado de anunciar la Palabra de Dios para procurar la salvación de los hombres próximos a él, es decir, del prójimo.

Partiendo de lo anterior, el apostolado es el deber que tiene el bautizado para llevar el mensaje de Jesucristo a todo el que pueda, en otras palabras, y como lo dice el mismo Cristo, “ser mis testigos en toda Jerusalén, en Judea, Samaria y hasta en los últimos rincones de la Tierra” (Hechos 1, 8).

En definitiva el apostolado es una labor complicada y correosa, sobretodo porque el Mundo actual parece no querer saber nada del mensaje de salvación de Cristo ni de la Iglesia. Aún así, con la firme confianza de que el Señor nos acompaña como acompañó a los primeros apóstoles, todo será más fácil.

Ahora bien, hacer apostolado es un deber grave, de tal suerte que si no lo llevamos a cabo, estaríamos cometiendo un pecado de omisión bastante serio, ya que a fin de cuentas es un compromiso que nos viene desde nuestro Bautismo y está contenido de forma central en el mensaje de Jesús.

No cabe duda que al final de nuestra vida Dios pedirá cuentas de éste apostolado, preguntará si hablamos de él, si no nos dio pena, si oramos por aquellos sin esperanza, si luchamos para que otros pudieran llegar al conocimiento de la Verdad.

Sin embargo, puede ser que aunque nosotros hablemos de Dios, demos ejemplo de vida (que es el mejor de los apostolados) y nos entreguemos, las personas no quieran acercarse a Él, y es que aquí entra en juego un principio fundamental: la Libertad. Dios nos hizo libres, libres de seguirlo o no seguirlo, y Él no se mete en eso; siempre está con los brazos abiertos para recibirnos y sale a nuestro encuentro, pero la decisión en última instancia es del hombre.

Por lo tanto, si una persona en la que pusimos nuestro apostolado no se salva, su condenación no es responsabilidad de nosotros, sino de su libre ejercicio de la voluntad. El apostolado se consolida cuando se anuncia a Cristo y se lucha para que el prójimo lo acepte, y esto implica mucha oración. El resto es entre esa persona y Dios.

El apostolado es tan sólo uno de los múltiples compromisos que el cristiano debe vivir para lograr la santidad, aunque debo reconocer que es uno de los más importantes. El apóstol debe llevar su labor con amor, porque si no hay amor y verdadero deseo de que el otro conozca a Cristo, sólo seríamos, como diría San Pablo, “platillos que resuenan y campanas que aturden”.

martes, 8 de enero de 2008

La Iglesia Católica y la Fiesta Brava


Yo, Jorge Raúl Nacif, soy aficionado a la fiesta brava desde los siete años de edad y la verdad es que los toros son mi pasión, además de que quiero dedicarme a la crónica taurina. Desde que era pequeño jamás vi algo malo en las corridas de toros y nunca entendí a aquellas personas que estaban en contra, aunque siempre las respeté.

A ultimas fechas he notado que el antitaurinismo van en ascenso, por lo que es bueno aclarar realmente si las corridas son o no moralmente malas. Soy también católico prácticante, por lo que quise saber si las corridas son o no pecado; de antemano sabía la respuesta, pero me di a la tarea de investigar, investigación que comparto ahora.

En la edad media y principios de la moderna, las corridas de toros no tenían nada que ver como las conocemos hoy en día, ya que eran verdaderas carnicerías donde no solamente moría el toro, sino decenas de caballos y personas. No había toreo como tal, sino que eran literalmente “corridas”: soltaban al toro y los “toreros” trataban de darle muerte sin capote o muleta, sólo con su espada y alguno que otro a caballo.

Este espectáculo era realmente cruento, por lo que en 1567, el Papa San Pío V, en su bula DE SALUTIS GREGIS DOMINICI, ordena lo siguiente:

Pensando con solicitud en la salvación de la grey del Señor, confiada a nuestro cuidado por disposición divina, como estamos obligados a ello por imperativo de nuestro ministerio pastoral, nos afanamos incesantemente en apartar a todos los fieles de dicha grey de los peligros inminentes del cuerpo, así como de la ruina del alma.

En verdad, si bien se prohibió, por decreto del concilio de Trento, el detestable uso del duelo --introducido por el diablo para conseguir, con la muerte cruenta del cuerpo, la ruina también del alma--, así y todo no han cesado aún, en muchas ciudades y en muchísimos lugares, las luchas con toros y otras fieras en espectáculos públicos y privados, para hacer exhibición de fuerza y audacia; lo cual acarrea a menudo incluso muertes humanas, mutilación de miembros y peligro para el alma.

Por lo tanto, Nos, considerando que esos espectáculos en que se corren toros y fieras en el circo o en la plaza pública no tienen nada que ver con la piedad y caridad cristiana, y queriendo abolir tales espectáculos cruentos y vergonzosos, propios no de hombres sino del demonio, y proveer a la salvación de las almas, en la medida de nuestras posibilidades con la ayuda de Dios, prohibimos terminantemente por esta nuestra Constitución, que estará vigente perpetuamente, bajo pena de excomunión y de anatema en que se incurrirá por el hecho mismo (ipso facto), que todos y cada uno de los príncipes cristianos, cualquiera que sea la dignidad de que estén revestidos, sea eclesiástica o civil, incluso imperial o real o de cualquier otra clase, cualquiera que sea el nombre con el que se los designe o cualquiera que sea su comunidad o estado, permitan la celebración de esos espectáculos en que se corren toros y otras fieras es sus provincias, ciudades, territorios, plazas fuertes, y lugares donde se lleven a cabo.

Prohibimos, asimismo, que los soldados y cualesquiera otras personas osen enfrentarse con toros u otras fieras en los citados espectáculos, sea a pie o a caballo.


Después de una lectura rápida, parecería ser que las corridas de toros están prohibidas bajo pena de excomunión, pero no es así. Analizando las cosas en su contexto (cual debe ser en todo) lo que San Pío V condena son las corridas de toros como se hacían en aquellos tiempos, que como dije, nada tiene que ver a como son en la actualidad.

Ahora bien, queda claro (por los argumentos que pone las protectoras) que San Pío V condena esta espectáculo no porque mueran animales, ni lo menciona, sino porque había muchas personas que morían. Y es que el mensaje de Jesucristo y la ley moral son del hombre y para el hombre, el animal queda fuera, aunque el Catecismo de la Iglesia Católica, en su canon 2415, dice que debemos respetar a las especies animales y vegetales, además de que el 2417 afirma que la muerte a animales, si es para beneficio del hombre (comida, vestido, experimentación científica, etc.), no tiene mayor relevancia. Desde siempre, el toro de lidia se come, es para comer, por lo tanto su muerte no es la causa de esta bula, sino que el hombre tentaba a Dios exponiendo su vida, sabiendo de antemano que morir era lo más probable.

El Rey de España, Felipe II, no acató esta orden, por lo que quedó sin validez jurídica. Recordemos que en aquella época existía el llamado patriarcado regio, por el cual los reyes eran los depositarios de las acciones papales, clara muestra de la unión entre gobierno e Iglesia. Por lo tanto, si una persona desobedecía algún mandato papal, podría ser encarcelado y juzgado por la autoridad política, peor como aquí el Rey no aceptó, no hubo penas civiles.

Ahora bien, esto es con respeto a este documento pontificio, pero hay más. Años más tarde, el Papa Gregorio XIII publicó su encíclica EXPONI NOBIS, en la cual delimitó, por llamarlo de algún modo, lo expresado en la bula de San Pío V. Gregorio XIII derogó la pena de excomunión para toreros y asistentes a festejos, “siempre que se hubiesen tomado, además, por aquellos a quienes competa, las correspondientes medidas a fin de evitar, en lo posible, cualquier muerte”.

El Papa Clemente VIII, en 1596, levantó todas las penas de excomunión y permitió las corridas de toros en cualquiera de sus modalidades, ya que, se dice, el Papa era aficionado a las corridas de todos. Esto lo hizo en el Brevi SUSCEPI MUNERIS.

Así que, por donde se le vea, las corridas de toros en la actualidad son permitidas y aceptadas por la Iglesia Universal. He conocido, además, varios sacerdotes taurinos y que, incluso, hasta han toreado vaquillas.

El mismísimo San Josémaria Escrivá, fundador del Opus Dei, era taurino de cepa; recuerdo haber visto un video donde practicaba los movimientos del toreo de salón con el matador Antonio Bienvenida en una tertulia.

Juan Pablo II no estaba en contra de la fiesta, es más, he sabido que llegó a recibir a varios toreros en El Vaticano y bendecía sus avios para la lidia.

Las Plazas de toros cuentan con capilla y sacerdotes a cargo, enviados ahí por el Obispo responsable, Obispos en comunión perfecta con la Santa Sede.

Así que, a manera de conclusión, la lidia de toros no tiene mayor conflicto ético y son totalmente permitidas por la Iglesia y por las leyes morales. Olé.

domingo, 6 de enero de 2008

La Epifanía del Señor


Este 6 de enero la Iglesia Universal celebra la fiesta de la Epifanía, la segunda en importancia del tiempo litúrgico de la Navidad (la primera es el nacimiento de Jesucristo).

La palabra Epifanía quiere decir manifestación, en este caso, la manifestación al Mundo del Hijo de Dios, Dios mismo hecho hombre mediante la acción del Espíritu Santo. Esto es lo que celebramos este día.

La llegada de los magos de oriente para ver al niño Jesús, representando a todas las razas de hombres de la tierra, significa precisamente la manifestación de la presencia de Jesucristo en el Mundo, presencia que ya no sólo es para el pueblo de Israel, sino para todos los hombres.

Es por ello que esta fiesta nos recuerda la Universalidad de la Salvación, es decir, que la salvación que viene de Dios es para todos, todos estamos llamados a la vida eterna, todos los hombres, de todas las razas, de todos los pueblos, de todas las culturas y de todos los tiempos; absolutamente todos tiene las puertas abiertas de la Iglesia.

El Evangelio según San Mateo narra la visita de los magos guiados por una estrella. Lo interesante aquí, y que refirma lo que mencioné en el párrafo anterior, es que estos magos son paganos, (vienen de “oriente”, es decir que no eran del pueblo elegido Israel), pero reconocen en Jesús al salvador del Mundo y llegan a Él.

La Escritura no dice que los magos sean reyes, esto parte de la tradición popular. Ahora bien, la palabra magos no es en el sentido en que ahora la entendemos. En griego (idioma de las primeras traducciones de la Sagrada Escritura), “mágo” quiere decir sabio, por lo que los magos eran personas de ciencia, estudiosos de diversos temas.

Ahora bien, tampoco Mateo menciona cuántos magos eran. La creencia de que fueron tres data del siglo VI, pero no se sabe a ciencia cierta el número exacto, aunque definitivamente esto es lo de menos y carece de total importancia.

Los regalos que los magos ofrecen a Jesús, oro, incienso y mirra, llevan en si mismos un simbolismo muy fuerte sobre quién es ese niño que acaba de nacer: el oro significa que es rey, en incienso que es Dios y la mirra que es también hombre verdadero.

Ojala que en esta fiesta podamos también, al igual que los “Santos Reyes”, reconocer en Cristo a aquel que, lejos de quitarnos algo, nos quiere dar todo.